Me encantan las reseñas. Me encanta escribirlas después de haber leído libros o de haber mirado películas o programas de TV. Me encanta compartir mis opiniones con mis amigos y, como lectora, especialmente, valoro las reseñas de otros lectores. Me ayudan a saber si el resumen de la contratapa es verídico (a veces está muy mal escrito y termina siendo engañoso), y lo que otros disfrutaron—o no—de los libros. Esto me ahorra tiempo (y dinero) y me evita comprar algo que me pueda terminar disgustando o que pueda tener demasiados clichés que me irritan y que me hacen saltearme párrafos o páginas.
Como escritora, lo mismo aplica.
Me encanta saber las opiniones de los lectores para ver si lo que quería lograr con mi historia y personajes fue logrado efectivamente o no. Y también me gusta la crítica—siempre que sea constructiva—e internalizo lo que se escribe.
¿Siempre es fácil? No, especialmente cuando las reseñas no son positivas. Pero tengo en cuenta algunas cosas. Primero, las reseñas no son una reseña personal sobre mí—son sobre algo que creé. Segundo, todos tenemos opiniones, y el hecho de que a algunos les gusten algunas cosas más que a otros es lógico y muy bueno. La vida sería muy aburrida si a todos nos gustaran las mismas cosas (y lo mismo si a todos nos disgustaran las mismas cosas). Tercero, sabía, cuando decidí largar el seudónimo y opté por auto-publicarme usando mi nombre, que las reseñas eran gaje del oficio, y agradezco el que haya gente que esté dispuesta a invertir su tiempo y dejarlas, aunque no siempre sea el caso.
¿Leés otras reseñas? ¿Dejás las tuyas? ¿Pensás que son útiles?