Las distracciones también sirven

“Las asociaciones libres, es decir, las distracciones del tema central, el acto de papar moscas o las visitas a la luna de Valencia son habituales en el funcionamiento de la mente humana, y con ellas la mente descansa y se prepara para inventar”. Alicia Steimberg, p. 34, Aprender a escribir, 2006, Alfaguara.

Mi proceso de escritura es una rutina bastante consistente y repetitiva: se me ocurre una idea y, si es lo suficientemente fuerte, esbozo la trama, hago una lista de los personajes principales y secundarios, anoto sus características más importantes, y una vez que estoy lista, empiezo a escribir.

Si empecé a escribir una historia, no empiezo otra; tal vez escriba la trama, pero me freno antes de describir a los personajes o de establecer detalles de la historia. Nunca me salteo un capítulo, no importa cuánto quiera hacerlo, porque sé que se me va a complicar muchísimo volver y escribirlo de cero. Pero que mi proceso de escritura sea tan invariable, no significa que el de otros sea igual. Y el que sea (bastante [muy]) estructurada no quiere decir que no necesite distracciones de vez en cuando.

Hay dos momentos en mi proceso de escritura en los que me viene bien divagar.

EL primer momento es justo antes de empezar a escribir. Una vez que tengo esbozados la trama y los personajes, me gusta tomarme un breve recreo antes de agarrar un cuaderno y empezar a escribir. Se podría decir que corro a la historia en mi mente y la guardo, dejándola reposar, hasta que siento una necesidad física de agarrar una birome y de empezar a escribir.

El segundo momento en el que busco distracciones durante el proceso de escritura es cuando terminé de pasar a la computadora el texto. Una vez que guardé el documento final, lo dejo. Leo un libro, esbozo la trama de otra historia, empiezo a escribir otra novela, releo un manuscrito anterior, o hago cualquier cosa similar. Hago esto porque necesito un corte; mi mente necesita estar en blanco después de terminar, para que una vez que vuelva al texto a editarlo, lo esté leyendo con ojos un poco más frescos.

A veces me distraigo entre capítulos o incluso cuando estoy metida en uno. Puedo empezar a pensar en cuánta tinta queda en mi birome y me pongo a adivinar cuánto más podré escribir con lo que tengo, pienso en las novelas que escribí o en las que quiero escribir, o en capítulos pasados o futuros; también puedo empezar a preguntarme por qué Plutón ya no es oficialmente un planeta.

De más está decir que mi mente divaga. Y estoy totalmente feliz con eso. Sólo me obligo a concentrarme (y a no irme demasiado de tema) mientras estoy escribiendo, y me obligo a bajar la birome contra el papel y escribir.

Estas distracciones, aunque sean breves, me suelen ayudar a volver a un buen ritmo de escritura. En mi caso, y sabiendo que me distraigo fácilmente, permito que mi mente divague cuando necesita hacerlo, y cuando no, me freno el carro rápido. No es un método a prueba de balas, pero a mí me sirve.

¿Te distraés mucho? ¿Cómo lidiás con eso?

Moira Daly

  • ¿Sentís estrés? Relajate
  • Sobre reseñas